A ti que vives entre tersos violines
y la métrica exacta
de las letras.
Sumergida, consagrada a las frases
bajo árboles donde cada día pisan
los picaflores y se desmaya el amanecer.
Donde ángeles quietos, silenciosos
te ayudan a tejer cada uno de tus sonetos
con formas de fruta y
de tierna madera
(Porque la madera es sagrada para el hombre)
con gusto a cristal y viejos vientos pasados
con olor a semilla, caña, desierto, piedra, luz.
Te digo que dejes arder tus escritos sin miedo
porque de ése resumen de ceniza seca
crecerá ( sin dudas )
el secreto soplo divino de tu alma…
el secreto soplo divino de tu alma…
Pedro Arce
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